Entre Damas y Anda el Juego

DOROTEA:

Hala, ya estamos otra vez aquí, con los trastos.

EDUARDA:

Por la vida mía que estoy cansada de trotar. Razón tenía mi padre cuando decía que no era vida la de cómico.

JACINTA:

Eso si le hubieras conocido.

EDUARDA:

Repítelo, si te atreves.

DOÑA COSME:

Señoras, tranquilidad y a lo nuestro. No queda mucho hasta la tarde y este no parece pueblo fácil. ¿Se saben ya los papeles?

JACINTA:

Pregúntele a Marcelina que ha estado toda la noche…estudiando.

DOROTEA:

(Con retintín) Sí, sí…estudiando…

MARGARITA:

Mucho ruido hacía esta para estudiar.

MARCELINA:

La envidia qué mala es.

DOÑA COSME:

Mis señoras, yo os lo ruego… ¿Y don Cristóbal?

TERESA:

No sé. No le vi en esta mañana.

DOÑA COSME:

¿Alguien le vio? (Nadie responde) Pregunto que si alguien le vio.

BARTOLO:

Sí… yo.

DOÑA COSME:

¿Y?

DIANA:

Madre mía, este muchacho, cada día está más… (se arremolinan en torno a Bartolo)

DOROTEA:

¡Guapo!

MARGARITA:

¡Listo!

JACINTA:

¡Espabilado!

TERESA:

Bueno… dejémoslo ahí.

DOÑA COSME:

¿No dices que le viste?

BARTOLO:

Sí… se marchaba por la plaza con los trastos en un fardo.

TERESA:

¿Con qué trastos?

BARTOLO:

Sombreros, espadas, calzos…

ALDONZA:

¿Las hogazas y los chorizos también?

EDUARDA:

Por mis barbas, ¡se ha largado!

DOÑA COSME:

Mucho ha tardado señoras. ¿O pensáis que es acomodo, una compañía de damas, con un solo galán turbado?

DIANA:

Dios mío, y ¿ahora qué hacemos? Si no actuamos como es lo convenido, el pueblo nos apedrea.

TORONJA:

No hay cuidado, Doña Cosme, tenga por seguro vuestra merced que en esta adversa circunstancia tendremos una idea.

DOÑA COSME:

Eso me preocupa más. Señoras, esto es el fin. Hasta aquí hemos llegado. No hay comedia sin galán. Y con este ya van tres.

DIANA:

Eso que decís no es cierto. Hay comedias solo de damas.

MARCELINA:

¿Y a quién le interesan?

ALDONZA:

Vamos a ver. Hombres hay a millares. Solo tenemos que ir a buscar uno.

TORONJA:

Sin ánimo de provocar turbación y con la mejor intención, mis señoras… No necesitamos solo un hombre, sino un caballero experto en el arte de Talía.

DOROTEA:

Mira que a veces pienso que esta mujer y yo no hablamos la misma lengua. ¿Qué ha dicho?

DIANA:

Que necesitamos un actor, alguien que sepa recitar versos.

MARCELINA:

Eso se aprende rápido.

JACINTA:

Sobre todo si le enseñas tú.

DOÑA COSME:

Basta de discusiones, señoras. Bartolo, llégate a la posada de la plaza y pregunta si hay algún actor de paso por el pueblo.

BARTOLO:

Pero y eso… ¿cómo lo hago? ¿Entro y pregunto?

TERESA:

Que vaya Marcelina contigo. Te ayudará bastante. Verás como si entras en la posada con ella, te hacen caso.

MARCELINA:

Pues seguro que sí. Porque si vas con otras… te apedrean. ¿Y adónde hay que ir, por cierto?

ALDONZA:

(Cogiendo rápidamente una cesta) A la posada. La que está enfrente del mercado, donde venden esos quesos tan ricos. Yo también voy.

DOÑA COSME:

Nosotros mientras a lo nuestro. Repasen sus escenas. Ustedes, señoras, preparen sus trajes y Doña Teresa, hágame la merced de recontar las bolsas de la recaudación de ayer.

EDUARDA:

Yo digo que no necesitamos a un hombre.

JACINTA:

¡Claro! Estando vos… ¿para qué?

EDUARDA:

¿Qué insinuas, mala pécora?

JACINTA:

No insinúo nada. Tú eres más hombre que la mitad de los que han pasado por aquí.

DOÑA COSME:

No diga necedades, señora mía. (A Eduarda) A la legua se ve que vuestra merced es mujer. Brava, pero mujer.

EDUARDA:

Pero ¿no es la comedia el mundo al revés? ¿No se disfrazan muchos en las comedias que interpretamos?

DIANA:

Vos lo habéis dicho: “se disfrazan”. Y un actor no “se disfraza”. Vive por un momento la vida de otro.

DOROTEA:

¡Qué bonito eso que dices!

EDUARDA:

(Sacando un espada del baúl) ¡Hombres!, ¿quién los necesita? (Se dirige a primer término muy entusiasmada) ¡Vive Dios que he de trazar que solas mujeres cobre la honra de estos tiranos, la sangre de estos traidores! ¡Y que os han de tirar piedras hilanderas, maricones, amujerados, cobardes! Yo me huelgo, medio hombres, porque quede sin mujeres esta villa honrada, y torne aquel espanto del hombre.

DOÑA COSME:

(Quitándole la espada) No insista, señora mía, que no vamos a hacer Fuente Ovejuna. Nuestro público no es de tragedias.

DIANA:

En eso no estoy de acuerdo con vuestra merced. El pueblo entenderá lo que le queramos contar. Siempre que lo hagamos bien, claro.

DOROTEA:

Ah, no, tragedias no, Doña Cosme. Que me dan mucha pena y me olvido del papel.

JACINTA:

Y cuando te da la risa también. Es un caso sin remedio el tuyo.

TORONJA:

Doña Cosme, discúlpeme, si le importuno, si le molesto o si le resulta incómoda mi presencia.

JACINTA:

Habla de una vez mujer, válgame Dios. La cantidad de tiempo que pierdes en ceremonias.

TORONJA:

(Sentándose y soltándolo todo sin respirar) Que dice Teresa que está haciendo las cuentas, que si solo cobramos a diez maravedíes la banqueta, nos veremos en graves dificultades para el sustento de la semana que viene. Me causa gran desazón ser portadora de tan malas nuevas pero…

EDUARDA:

Vamos, que no tenemos ni para comer.

DIANA:

No se preocupe, Doña Cosme. Esta comedia es muy buena. Podremos tener éxito. La semana pasada no nos fue tan mal.

DOROTEA:

¿Y quién va a hacer hoy de Violante? ¿Margarita o Marcelina?

DOÑA COSME:

Estaba pensando en Doña Clara.

JACINTA:

¿La nueva? Pues si que la habéis tomado pronto en consideración.

DIANA:

Es una mujer extraña. Sus modales son de una dama. Y parece triste.

JACINTA:

Aquí somos todas unas damas.

DOÑA COSME:

Tiene un carácter melancólico que le va al personaje. Algo de misterioso.

EDUARDA:

Yo no veo nada misterioso en ella. Está claro que huye de algo.

DOROTEA:

Por las noches llora.

TORONJA:

Y si la inquieres por el mal que la aqueja, no expone razón alguna de tanta desazón.

DOROTEA:

Es más, cuando le preguntas qué le pasa no te contesta.

JACINTA:

(Aparte. Mirando a Dorotea y a Toronja) Cuando se juntan estas dos criaturas es cuando yo me planteo eso que dicen en el Evangelio de que hay de todo en la viña del Señor.

DOÑA COSME:

Han pasado ya varias semanas desde que se unió a nosotros. Recita bien y es hermosa. Creo que quizá se alegraría si le diéramos el papel.

EDUARDA:

No adelante acontecimientos vuestra merced, que si no vuelven con algún galán de la posada del pueblo, no habrá alegría para nadie.

MARGARITA:

¡Doña Cosme, ya vienen! Les he visto calle arriba. Es muy apuesto el galán que traen. Alto… Y con espada. Mi corazón ha dado un vuelco al verlo… Algo me dice que estoy cerca de encontrar el amor.

TERESA:

Claro. También estuvisteis muy cerca en Simancas, en Peñafiel, en Cigales…

JACINTA:

En Puenteduero, en Olmedo, en Tordesillas…

DIANA:

Vamos, Margarita, que el amor os ronda en cada pueblo que actuamos.

MARGARITA:

Tienen razón vuestras mercedes. Tengo tan mala suerte en el amor y mi espíritu es tan delicado…

DOÑA COSME:

Yo les ruego, señoras mías, que no agobien al nuevo actor con sus cuitas. Que por lo menos se quede hasta la función de esta tarde.

DOROTEA:

¿Y a esa Talía? ¿No la traen? ¿No dijo Toronja que tenía que acompañarle?

DIANA:

No, Dorotea, no. Talía es la musa del teatro. Dijo que él debía conocer su arte. No es ninguna dama que tenga que acompañarle.

EDUARDA:

No os molestéis. (Dándole un capón a Dorotea) ¿No veis? Está hueca.

MARCELINA:

Mi señor, Don Luis, verá que somos una compañía ilustre, llena de éxitos.

DON LUIS:

Señora mía, yo por usted bajaría al infierno, pero ya expliqué al mozo que no soy hombre de versos sino de acción.

ALDONZA:

No, si acción no le va a faltar. Casi siempre salimos corriendo.

DON LUIS:

Pardiez, ¿todas estas son actrices?

BARTOLO:

Unas más que otras. Mejor voy dentro. (Sale)

DIANA:

¿Y vos?

DON LUIS:

Yo no sé mucho de teatro, señora. No me gustan los fingimientos.

DIANA:

Pues de eso se trata. De hacer las cosas de verdad.

DON LUIS:

(Acercándose a Diana insinuante) Tal vez si me lo explicáis vos…

DOÑA COSME:

(Cortándole el paso) Vuestra merced, sabrá perdonarnos. Buscábamos a un actor que pudiera hacer de galán en la comedia que esta tarde haremos en este pueblo.

TORONJA:

Lamentablemente, la persona que venía desempeñando tan importante cometido nos ha abandonado súbitamente.

DOÑA COSME:

Pero si vos no sois hombre de teatro, no podréis recitar los versos, ni aprenderlos tan rápidamente.

DOROTEA:

¡Pobre Doña Clara! Ella que iba a actuar por fin.

DON LUIS:

(Muy interesado) ¿Acaso hay otra dama en la compañía?

JACINTA:

¡Qué osado os mostráis! ¿Que las que estamos aquí no os parecemos suficientes?

DON LUIS:

No, por Dios, señora mía. Es que me extrañaba que no estuviera junto a ustedes.

EDUARDA:

Lleva con nosotros unos pocos días solamente.

DON LUIS:

Y decidme… ¿cómo es?

DOÑA COSME:

No creo que sea de su interés esa circunstancia. En fin, caballero, que lamento el tiempo que le hemos hecho perder. Que Dios os guarde.

MARGARITA:

¿Pero por qué no le gusta a vuestra merced el teatro? Si es…es…tan hermoso.

MARCELINA:

Tal vez si entre todas le enseñamos…

JACINTA:

Podría rápidamente…

TORONJA:

Aprender a deleitarse con los versos…

MARCELINA:

Porque…

MARCELINA:

¿Qué fiesta o juego se halla que no le ofrezcan los versos?

MARGARITA:

En la comedia los ojos ¿no se deleitan y ven mil cosas que hacen que estén olvidados tus enojos?

TORONJA:

La música ¿no recrea el oído y el discreto no gusta allí del conceto y la taza que desea?

TERESA:

Para el alegre, ¿no hay risa? Para el triste, ¿no hay tristeza? Para el agudo ¿agudeza?

DOROTEA:

Allí el necio ¿no se avisa? El ignorante ¿no sabe?

EDUARDA:

¿No hay guerra para el valiente, consejos para el prudente, y autoridad para el grave?

DIANA:

De la vida es un traslado, sustento de los discretos, dama del entendimiento.

JACINTA:

De los sentidos banquete, de los gustos ramillete, esfera del pensamiento, olvido de los agravios,

ALDONZA:

Manjar de diversos precios, que mata de hambre a los necios y satisface a los sabios.

DOÑA COSME:

(Aplaudiendo mientras las actrices se dispersan) A fe mía que así es nuestro arte… Así es. Como veis, caballero, grandes ventajas hay en los versos.

DON LUIS:

(Quitándose lo que le han puesto y dejándolo de nuevo en el baúl) Caramba, señoras mías, si que parece que es cosa maravillosa. Pero decidme, esa dama…la recién llegada… ¿No se incorpora a vuestros versos?

MARCELINA:

Mucho interés tenéis vos en Doña Clara. ¿No bastamos nosotras para convenceros?

DON LUIS:

Tanto bastáis como que me habéis convencido. Doña Cosme, vengan esos versos que he de estudiar para la tarde.

DOÑA COSME:

¿Está seguro vuestra merced?

DON LUIS:

No será tan difícil. Creedme, mentir he mentido alguna vez y me han creído. ¿No se trata de engañar, haciendo creer que se es, lo que no se es, pero que se quiere ser para que la historia se crea?

DOROTEA:

Toronja, el caballero es del mismo pueblo que tú. Tampoco le entiendo.

TERESA:

Doña Cosme, el tiempo apremia. Dele al caballero sus versos y probemos. (Coge de su cartapacio unos papeles y se los da)

DIANA:

Yo le ayudaré con el argumento. Es una bella comedia de amor.

DON LUIS:

(A Marcelina) ¿Sois vos la protagonista?

DIANA:

(Interrumpiendo) No, será Doña Clara.

MARGARITA Y MARCELINA:

(A la vez) ¿Desde cuándo?

DOÑA COSME:

Así lo he dispuesto. Así que vamos, a la tarea. Iré con Bartolo a hablar a la alcaldía para pedir permiso a la representación. Doña Teresa, sírvase acompañarme. Usted sabe mejor lo de los dineros.

MARGARITA:

(Mirándole abobada) ¿Y las mujeres? ¿A vos os gustan las mujeres? Quiero decir: ¿habéis entregado a alguna vuestro corazón?

DON LUIS:

Confieso que mi corazón está roto. Me ha pasado a menudo que no sé cómo complacer a las damas. Sois…tan complicadas.

JACINTA:

Lo que las mujeres queremos de un hombre es tan fácil como recordar un abecedario. Señoras, mostremos a Don Luis para que sirven los versos. (Le rodean todas. Don Luis no sabe a dónde mirar. Suena una música de rap)

JACINTA:

La primera letra es A, que altanero no ha de ser,

DOROTEA:

Por la B no me ha de parecer burla para siempre ya.

MARCELINA:

La C le hará compañero en mis trabajos; la D, dadivoso, por la fe con que regale espero.

MARGARITA:

La F, de fácil trato, la G, galán para mí, la H, honesto, y la I, sin pensamiento de ingrato.

TORONJA:

Por la L liberal y por la M, el mejor marido que tuvo amor, porque es el mayor caudal.

EDUARDA:

Por la N no será necio que es fuerte castigo; por la O sólo conmigo todas las horas tendrá.

DIANA:

Por la P me ha de hacer obras de padre, porque quererme siempre será tenerme sin celos y sin zozobras.

ALDONZA:

Por la R regalarme y por la S servirme.

JACINTA:

Por la T tenerse firme.

DOROTEA:

Por la V verdad tratarme.

MARCELINA:

Por la X sus abiertos brazos imitaría ansí, y como estamos aquí, estemos después de muertos.

DON LUIS:

En verdad que piden ustedes muchas cosas a un hombre. No creo que sea fácil encontrar a uno que cumpla todos esos requisitos. Yo mismo, no podría.

JACINTA:

¿Y vos? ¿Cómo os gustan a vos las mujeres?

MARGARITA:

¿Tiernas?

EDUARDA:

¿Recias?

DIANA:

¿Listas?

DOROTEA:

¿Tontas?

ALDONZA:

¿Felices?

TORONJA:

¿Adornadas de un ramillete de virtudes indescriptibles?

DON LUIS:

Yo también tengo mi propio ABC. ¿Quieren vuestras mercedes oírlo?

DIANA:

Es lo menos que podemos hacer. A menos que no haya lugar para cómicas como nosotras en su alfabeto. Sorpréndanos.

DON LUIS:

Amar y honrar su marido | es letra de este abecé, | siendo buena por la B, | que es todo el bien que le pido. | Harála cuerda la C, | la D dulce y entendida | la E, y la F en la vida, | firme, fuerte y de gran fe. | La G, grave, | y para honrada la H, | que con la I la hará ilustre. | Limpia será por la L, y por la M, | de nuestro hijos, maestra. | La N le enseña un no | a solicitudes locas, | que este no, que aprenden pocas, | está en la N y la O. | La P la hará pensativa, | la Q, bien querida, | La R con tal razón, que destierre | toda locura excesiva. | Solícita la ha de hacer | de mi regalo la S. | La T tal que no pudiese | hallarse mejor mujer. | La V la hará verdadera, | la X buena cristiana, | letra que en la vida humana | ha de aprender la primera. | (Hablando hacia dentro, para que le oiga Doña Clara) Por la Z ha de guardarse de ser celosa; | que es cosa | que nuestra paz amorosa | puede muy fácil quitarle.

JACINTA:

(Después de un silencio) Definitivamente, aquí puede olvidarse de su ABC.

DIANA:

Habría que ver cuántos de esos méritos es capaz de reunir vuestra merced en su persona.

BARTOLO:

Señoras, que dice Doña Cosme que vayan a retirar sus trajes y ver si están como es debido.

MARCELINA:

¿Y dejamos a Don Luis solo?

DON LUIS:

Vayan, vayan señoras. Yo he de estudiar los versos.

DON LUIS:

(Solo) O mucho me equivoco o la dama recién llegada a la compañía es ella. Mi Clara, mi luna, el sol de mis ojos. Gustándole como le gustan estos juegos de la comedia, es lógico que haya buscado refugio en una compañía como esta. He de hablar con ella. He de explicarle…maldigo la hora y el minuto en que me vio…en que creyó ver que yo… ¡Dios mío, cómo enmendar mi error!

DOÑA CLARA:

(Aparte, sin que la vea Don Luis) Dios mío, es él. En cuanto las demás me lo contaron lo supe. El galán que han traído es él. Es él…que me ha buscado y encontrado… Pero ahora no puedo, no tengo valor para verle. Caería otra vez en sus excusas… Amor es loco y no buen consejero. Yo vi con mis propios ojos su traición. Yo he dejado mi casa, mi padre y mi buen nombre atrás tan solo por huir de él. No, no podría soportar sus palabras.

MARCELINA:

¿Qué, Don Luis? ¿Necesitáis ayuda con los versos? Tal vez yo pueda prestárosla.

DON LUIS:

La verdad es que apenas he empezado. Veo que es de amor vuestra comedia.

MARCELINA:

Como todas. Doña Cosme insiste en que es lo que le gusta a la plebe. Yo sin embargo, no creo en el amor.

DON LUIS:

¿Y cómo, bella dama? ¿Algún galán os ha traicionado y herido vuestro corazón?

MARCELINA:

A mí no me hieren. Soy yo la que hiere, señor mío.

MARGARITA:

Ah, estáis aquí. (A Marcelina) Doña Cosme os busca con urgencia.

MARCELINA:

¿Para qué?

MARGARITA:

Lo ignoro. Pero parecía importante.

MARCELINA:

Ya (Saliendo y mirándola con rabia) Cuidado con lo que hacéis.

MARGARITA:

(Acercándose a Don Luis) ¿Y vos? ¿Cómo vais con los versos?

DON LUIS:

Lento, señora mía, pues apenas puedo concentrarme. Y no, no preciso de vuestra ayuda, mil gracias.

MARGARITA:

No, si yo apenas os puedo ayudar. Es tanta mi desgracia que la vea reflejada en esos versos de amor y lloro.

DON LUIS:

¿Es que no hay en esta compañía damas felices? ¿Cuál es la pena que os aflige?

MARGARITA:

Amor, que me es esquivo.

DON LUIS:

No puedo creerlo. ¿También a vos?

MARGARITA:

Hasta ahora (Echándosele encima) Porque tengo el presentimiento de que todo va cambiar. Que por fin voy a encontrar al hombre que me merezca.

DON LUIS:

(Intentando escapar) Pues claro, bella señora, quién no va a querer atender a vuestros requerimientos. Si me disculpáis, he de seguir con esto. (Intenta marcharse. Eduarda, que acaba de salir, le corta el paso con una espada)

EDUARDA:

Si no sois diestro en el arte de la espada yo os puedo instruir. Lo necesitaréis para el personaje.

DON LUIS:

Le estoy agradecido a vuestra merced, pero en eso es prácticamente en lo único que soy diestro.

EDUARDA:

Tened en cuenta que en el teatro no es como en la vida real… no se puede herir al contrincante… (Cerrándole con la espada) Al menos, no gravemente.

DON LUIS:

Ya imagino. Supongo que hay que salir de las dificultades de otra manera.

EDUARDA:

Eso es. Hay muchas maneras de salir de los aprietos. A veces, la que menos se espera.

BARTOLO:

(Aparte) Razón tenía mi señor Doña Cosme. Lo despellejarán antes de llegar la función. Lo exprimirán como a un limón. He de salvarle. (Se acerca y tose) Disculpe vuestra merced, Doña Cosme le reclama.

DON LUIS:

(Saliendo deprisa) Voy súbito. Señoras…

MARGARITA Y EDUARDA:

Le acompañamos. (Salen con él. Entra Doña Clara)

DOÑA CLARA:

Es inútil que huya. He de enfrentarme a él. He de decirle que ya no le quiero. Que su traición ha acabado de destrozar mi corazón. Que volveré a mi casa, sí… Pero para decirle a mi padre que quiero ingresar en un convento. Se acabó el mundo para mí. Ahí viene…se lo diré. He de mantenerme firme en mi decisión. ¡Dios mío! Se acerca. ¿Qué hacer? Me sentaré aquí. Fingiré que duermo. No. Aún no puedo hablar.

DON LUIS:

Ahí está, pues que calla, no me ha visto; sentada sobre la silla, con la mano en la mejilla está.

DOÑA CLARA:

En vano me resisto: yo quiero dar a entenderme como que dormida estoy.

DON LUIS:

Yo, Don Luis, señora soy. ¿No me responde? Sí, duerme, durmiendo está. Atrevimiento, agora es tiempo, llegad a contemplad la beldad que ofusca mi entendimiento. Cerrados tiene los ojos, llegar puedo sin temor, que, si son flechas de amor, no me podrán dar enojos. ¿Hizo el autor soberano de nuestra naturaleza más acabada belleza? Besarla quiero una mano. ¿Llegaré? Sí, pero no, que es la reliquia divina, y mi humilde boca, indigna de tocarla. ¡Pero yo soy hombre y tiemblo! ¿Qué es esto? Ánimo. ¿No duerme? Sí. (Llega y se retira) Voy ¿Si despierta? ¡Ay de mí!, que el peligro es manifiesto. Afuera debo esperar. (Hace ademán de marcharse)

DOÑA CLARA:

(Aparte) ¡Que no se atrevió a llegar! ¡Mal haya tanta vergüenza!

DON LUIS:

No parezco bien aquí solo, pues durmiendo está. Yo me voy.

DOÑA CLARA:

(Aparte) ¿Que al fin se va? (Como que duerme y habla en sueños) Don Luis…

DON LUIS:

¿Llamome? Sí, ¡Que presto que despertó! ¿Está despierta? Mas no; que en sueños pienso que acierta mi esperanza entretenida y quien me llama dormida no me quiere mal despierta. ¿Si acaso soñando está en mí? ¡Ay cielos! ¿quién supiera lo que dice?

DOÑA CLARA:

(Como que duerme) ¿Os vais fuera? Llegaos, Don Luis, acá.

DON LUIS:

Llegar me manda su sueño. ¡Qué venturosa ocasión! Obedecella es razón.

DOÑA CLARA:

Quisiera ver si sabéis qué es amor y qué son celos, porque será cosa grave, que ignorante por vos quede, pues que ninguno otro puede enseñar lo que no sabe. Decidme ¿soy vuestro amor? ¿De qué os ponéis colorado? ¿qué vergüenza os ha turbado? Si esto es verdad ¿para qué os avergonzáis así? ¿Me queréis?

DON LUIS:

Señora… ¡sí!

DOÑA CLARA:

¡Gracias a Dios que os saqué una palabra siquiera!

DON LUIS:

¡Hay sueño más amoroso! ¡Oh mil veces venturoso quien le escucha y considera! Aunque tengo por más cierto que yo solamente soy el que soñándolo estoy, que no debo estar despierto. Pero veo que alguien viene, he de irme sin demora, nadie ha de saber quien soy. (Sale)

DOÑA CLARA:

¡Dios mío! ¿Qué es lo que oí? ¿Qué me quiere de verdad? Pero entonces… ¿por qué me traicionó? Porque yo vi con mis ojos, cómo le tomó la mano, cómo le habló y aquel beso… Aquel beso en mi jardín, que rompió mi corazón, y me hizo huir de allí. Pero he de marcharme. Vienen. Nadie ha de saber mis cuitas. (Sale. Entran Diana y Doña Cosme).

DOÑA COSME:

Mi querida señora, no puede ser. No insistáis.

DIANA:

Pero ¿por qué? ¿Acaso no hay damas que escriban teatro?

DOÑA COSME:

Debe haberlas, pero yo no las conozco.

DIANA:

Las hay. Hasta monjas cuya rectitud mora está a toda prueba. ¿Acaso no conoce vuestra merced la obra de Sor Juana Inés de la Cruz? ¿Y de Doña maría de Zayas?

DOÑA COSME:

Mire, Doña Diana. Soy el hazmerreír de la profesión por tener una compañía formada por diez mujeres. ¿Sabe cómo me llaman?

DIANA:

Motes, ¿qué importancia tienen?

DOÑA COSME:

Me llaman “el sultán”, señora, “el sultán”. Porque tengo más mujeres a mi cargo que el turco en su harén. Pero de ahí a estrenar obra escrita por mujer… ¿sabe usted que en Inglaterra no está permitido que las mujeres actúen?

DIANA:

¿Y desde cuándo le importa a usted Inglaterra?

DOÑA COSME:

Que no, señora, que no. Que el público quiere una comedia del genial Lope, de Moreto, de Rojas, incluso si me apura de Figueroa… Pero no de una mujer, válgame Dios, cuándo se ha visto.

DIANA:

Algún día. Algún día Doña Cosme habrá mujeres cuyos versos tengan que aprender actores ilustres.

DOÑA COSME:

No lo dudo, señora. Y máquinas que vuelen como los pájaros. Ahora, si tenéis la bondad, vamos a lo nuestro. Y esta tarde representaremos… como es debido. Dios mediante. Y tendrá mucho que mediar, me temo.

DOROTEA:

¿Entonces qué tengo que decir para que Don Luis se fije en mí?

TORONJA:

Debes acercarte a él con dulzura, mirarle con arrobamiento, hablarle con palabras tiernas, y dejar que actúe el flechador Cupido, que hiere sin dolor.

DOROTEA:

No vayas tan deprisa, que no puedo acordarme de todo. Dices que tengo que comprarle arrobas de dulces a un tal Cupido. Pero no entiendo porque si hace flechas, debe ser el herrero del pueblo, y los herreros no venden dulces. ¿Y para qué querría Don Luis tantos dulces?

TORONJA:

Razón tiene Eduarda cuando dice que la ninfa Eco habita en vuestro cerebro.

DOROTEA:

Pero entonces, ¿Compro los dulces o no? (Salen. Entran Jacinta y Aldonza cada una por un lado. Aldonza lleva una bandeja con vino y queso)

JACINTA:

¿Adónde vais tan dispuesta?

ALDONZA:

Pensé que quizá Don Luis estaría fatigado de tanto estudiar versos y querría un poco de pan, vino y queso.

JACINTA:

Pues dejad, que ya se lo llevo yo.

ALDONZA:

¿Vos?

JACINTA:

Claro, le diré que es de vuestra parte. No habéis visto cómo os mira.

ALDONZA:

¿A mí?

JACINTA:

Me ha dicho que desde que os vio en la posada está prendado de vos.

ALDONZA:

¿De mí?

JACINTA:

Se ve que le gustan las mujeres espirituales y sensibles.

ALDONZA:

Sí, eso será. Yo cada día me veo más sensible. (Salen. Entra Bartolo)

BARTOLO:

Lo dije, como a un limón. Y que no llega vivo a esta tarde. (Oscuro)

AMELIA:

De todas las locuras que ha hecho nuestra ama, esta es la más disparatada. Marcharse de casa así. ¿Qué ha hecho mi señor Don Diego para merecer una hija tan desagradecida?

CELIA:

Pues yo creo que ha hecho muy bien. Después de ver lo que vio, yo también me habría ido. Después de matar a Don Luis, claro.

AMELIA:

Matar, matar… Todo fue un malentendido, estoy segura. Don Luis solo hablaba con Doña Belisa, cuando los vio el ama.

CELIA:

Si, claro, solo hablaba. ¿Tu conoces a Doña Belisa? ¿Crees que es mujer de hablar?

AMELIA:

(Sentándose con gesto de cansancio) Ese no es asunto nuestro. Nosotros hemos venido aquí por encargo de nuestro amo para ver que Doña Clara está bien y devolverla a su casa. Lo demás es cosa de los señores.

CELIA:

(Sentándose) ¡Como que Doña Clara va a querer volver así tan fácil! Primero, porque es una mujer despechada, después, porque es una cabezota, y para terminar, porque siempre le han encantado los asuntos de los versos y los cómicos.

AMELIA:

Cómicos. Menudo peligro. Con esta ya llevamos tres compañías de la comarca y ni rastro de Doña Clara. Pero ahora vamos sobre seguro. En la posada del pueblo han dicho que un caballero se ha unido esta mañana a la compañía. O mucho me equivoco o ese es Don Luis, al que venimos siguiendo. Y quien sigue al caldero, encuentra la soga.

CELIA:

O acaba ahorcado. ¿Y ahora qué hacemos?

AMELIA:

Buscarla.

CELIA:

(Viendo llegar a Doña Belisa por el patio de butacas. Es una mujer rubia, decidida y muy bella) Madre mía, que el caldero siguió a la soga y la soga la siguió… la otra.

AMELIA:

¿Qué dices, majadera?

CELIA:

Que aquí llega Doña Belisa a ver si puede acabar la faena.

AMELIA:

¡Doña Belisa aquí! Ha venido a por Don Luis. ¡Será atrevida!

CELIA:

Pues como logre atraparle, ya puede olvidarse mi señora Doña Clara del compromiso. (Doña Belisa llega a escena)

BELISA:

¿Qué hacéis vosotras aquí? ¿Acaso os ha enviado mi tío?

AMELIA:

Así es, señora. Don Diego nos ha mandado en busca de su hija. Doña Clara se escapó de casa después de ver… lo que vio.

CELIA:

Pobrecita mi señora…

AMELIA:

¿Y vos, señora? ¿Qué hacéis vos aquí?

DOÑA BELISA:

Lo que a vosotras no os importa. ¿Desde cuándo hay que dar explicaciones a las criadas? He venido a hablar con el dueño de la compañía. Es un viejo amigo de la familia.

CELIA:

¿Os vais a meter a cómica?

DOÑA BELISA:

¿Acaso olvidas con quién estás hablando? Con una cómica en la familia es suficiente. Decidme, es aquí donde esta mi prima Clara, ¿no?

AMELIA:

Sí, señora. Se ve que el ama se unió a esta compañía cuando huyo de casa.

CELIA:

Después de ver… lo que vio… (Suspirando) ¡Pobrecita mi señora!

DOÑA BELISA:

Pues decidle que tengo que hablar con ella.

CELIA:

¿Con ella o con él? Porque Don Luis también está aquí. (Amelia le da una patada para que se calle)

DOÑA BELISA:

Ah, ¿sí? Caramba, qué afición le ha entrado a todo el mundo por la comedia. Entonces no os molestéis, iré yo misma a buscar a mi prima. Volved a casa de mi tío y decidle que yo la llevaré de vuelta. (Sale)

AMELIA:

De ninguna manera. Nosotras cumplimos lo que se nos ordena. El amo dijo que la trajéramos de vuelta y es lo que vamos a hacer.

CELIA:

Sobre todo porque ésta a lo que va es a terminar lo que empezó en el jardín. (Salen detrás de ellas. Aparecen tres mujeres de pueblo asomándose con mucha precaución)

LA TOMASA:

Yo ya te decía que era una comedia muy buena.

LA ANTONIA:

Pero lo que no entiendo es por qué duran tanto los ensayos.

LA MARIA:

Siempre te empeñas en colarnos para no pagar la banqueta, y así siempre vemos las comedias a trozos, por donde van ensayando, y no entendemos nada.

LA TOMASA:

Pues esta vez está claro. La tal Doña Clara se fuga de casa de su padre porque ve a su prometido Don Luis, teniendo trato amoroso con su prima, Doña Belisa, la rubia, en el jardín.

LA ANTONIA:

El amor de Don Luis con Belisa en el jardín. Suena bien.

LA TOMASA:

Las dos criadas estas, la están siguiendo por orden del padre. Ella se ha unido a una compañía de cómicos, la pobre, para olvidar sus penas. Pero Don Luis la ha seguido, y se ha ofrecido como actor en la compañía para hablar con ella y pedirle perdón.

LA MARIA:

Y la prima rubia ha venido para ver si Don Luis la quiere a ella.

LA ANTONIA:

Sí, pero y ahora ¿por qué no siguen ensayando?

LA TOMASA:

Calla, que vienen otra vez. Escóndete aquí. (Salen deprisa. Entra Doña Belisa muy enfadada. Detrás Doña Clara, Celia y Amelia. Desde la esquina observa Diana)

DOÑA BELISA:

Te guste o no tendrás que escucharme.

AMELIA:

(A Doña Clara) Diga que no señora, vámonos a casa.

CELIA:

Déjalo, Amelia. Atrévase a meterse con mi señora y se las verá conmigo.

DOÑA CLARA:

¿Qué es lo que tengo que escuchar? ¿Que intentaste enamorar a mi prometido delante de mis narices? ¿Que nunca me he sentido más humillada que cuando te vi besándole en el jardín?

CELIA:

(Aparte) En el jardín de su casa.

AMELIA:

Tú calla y no eches más leña al fuego.

DOÑA BELISA:

¿Cómo quieres que te diga que fue él? Él, el que me engatusó con sus palabras, el que me dijo que no podía vivir sin mí, el que me aseguró que se había comprometido contigo por… por…

CELIA:

¿Por qué? ¡Acaba de una vez mujer!

DOÑA BELISA:

Por el dinero de tu padre.

AMELIA:

Válgame Dios, qué mentira más grande. Si se le llenaba la boca de decir que amaba a mi señora.

DOÑA CLARA:

(Sentándose conmocionada) ¿Eso es cierto? ¿Te dijo él que no me amaba?

DOÑA BELISA:

Tan cierto como que o me lo creí

CELIA:

¡Que hijo de…! (Amelia le tapa la boca. Diana que ha estado contemplando la escena escondida se acerca)

DIANA:

Si me permiten vuestras mercedes intervenir, les daría un consejo.

DOÑA BELISA:

¿Y esta quién es?

DOÑA CLARA:

Es una de las actrices de Doña Cosme, Doña Diana.

AMELIA:

(A Doña Clara) Señora, no nos convienen consejos de cómicas, sino más bien volver a casa.

DIANA:

Señoras mías, vuestras mercedes no se dan cuenta de que las dos han sido un juguete en manos del tal Don Luis, que les dijo a las dos lo que querían oír. A vos, que estaba encantado con el compromiso y que os honraría como su esposa para toda la vida.

DOÑA CLARA:

Y a vuestra merced, señora, que ese compromiso no tenía sentido, que lo rompería porque su verdadero amor siempre habíais sido vos.

CELIA:

Lo ha clavado esta mujer.

AMELIA:

(Suspirando) ¡Con razón dicen que en el teatro se conoce bien el alma del amor!

DIANA:

Es fácil, siempre es lo mismo. Es la historia de cada día. Estoy harta de leerla en los versos que representamos en cada pueblo. Estoy cansada de oírla en las damas de la compañía. Ellos juegan con nosotras. Y nosotras les seguimos el juego. Pero si vuestras mercedes hicieran caso…

DOÑA BELISA:

¿En qué?

DIANA:

Podrían planear una venganza.

DOÑA CLARA:

¿Nosotras? Diana, os confundís. No sé manejar la espada como Eduarda.

CELIA:

Espada no, pero si de un buen estacazo se trata contad conmigo.

DIANA:

No hará falta. La palabra es el arma más eficaz. Bastará con que por fin representemos mi comedia.

DOÑA CLARA:

¿Vuestra comedia? ¿La habéis escrito vos?

DOÑA BELISA:

¿Las mujeres escriben comedias?

DIANA:

(Enfadada) ¿Otra vez? ¿Otra vez? ¿Es que nadie encuentra posible que una mujer sea capaz de escribir?

DOÑA CLARA:

No os enfadéis, es que… no es lo habitual.

DIANA:

Pues las hay. ¿Quieren vuestras mercedes vengarse de Don Luis o no?

CELIA:

Quieren, quieren.

DIANA:

Pues que empiece la comedia. Mis compañeras estarán encantadas de ayudarnos. (Hablando hacia dentro) Doña Cosme, vuestra merced sabrá disculparme, pero hoy nuestro público oirá sólo versos de mujeres. (Invita a salir a Doña Clara y a Doña Belisa)

AMELIA:

Pero señora, debemos irnos.

CELIA:

Ni locas. Ahora que empieza lo mejor… (Salen detrás de ellas. Entran otra vez las tres mujeres del pueblo)

LA TOMASA:

Esta es de las mejores que hemos visto.

LA ANTONIA:

De celos y venganza. Son las que más me gustan.

LA MARIA:

La rubia es muy buena actriz. Parece que está enfadada de verdad.

LA TOMASA:

La pena es que ya no van a ensayar más. ¿Nos colamos como siempre?

LA MARIA:

(Sentándose) ¡Hala! Ya estamos dentro.

DOÑA COSME:

Señoras y señores del pueblo de Villaluz. La compañía de Doña Cosme Sacristán y Uría, tiene el gusto de actuar para ustedes esta tarde en esta ilustre villa. Lo que van a ver es una comedia bellísima, de muchísimo ingenio, interpretada maravillosamente por la compañía que me honro dirigir y por un galán extraordinario, un actor que ha venido directamente de la villa y corte para deleitarnos con su maestría.

MUJER DEL PUEBLO:

¿Es buen mozo?

MUJER DEL PUEBLO:

¿Es de amor?

MUJER DEL PUEBLO:

¿Hay baile?

DOÑA COSME:

De todo tendrán, señoras, de todo.

MUJER DEL PUEBLO:

¿Hay duelos?

MUJER DEL PUEBLO:

¿Y perro?

MUJER DEL PUEBLO:

A ver si empieza de una vez.

DOÑA COSME:

A eso vamos, con la venia de vuestras mercedes. La comedia que vamos a ver, es una muestra de ingenio de las que ya no se ven.

MUJER DEL PUEBLO:

Y dale.

MUJER DEL PUEBLO:

Que no empieza.

MUJER DEL PUEBLO:

Ésta ya la he visto.

DOÑA COSME:

(Carraspeando) Una extraordinaria comedia en que una dama… (Las mujeres de la compañía van saliendo una a una y le quitan la palabra. Doña Cosme las mira espantado)

MARGARITA:

Prometida por su padre…

JACINTA:

Al hombre que siempre había amado…

TORONJA:

Al que le había confiado lo más íntimo de su corazón…

MARCELINA:

A un caballero joven, galán y bien parecido… (Le da un empujón a Dorotea, que no se decide a hablar)

DOROTEA:

Resulta que lo encuentra…

ALDONZA:

En brazos de otra mujer…

TERESA:

En el jardín de su casa…

EDUARDA:

Y destrozada por culpa de tal vil traición… (Sale Doña Clara)

DOÑA CLARA:

Huye para refugiarse en una compañía de cómicos… (Sale Doña Belisa)

DOÑA BELISA:

Sin saber que no solo ella es la dama engañada. (Sale Diana y se queda en la esquina contemplando la escena)

DOÑA COSME:

¡Válgame el Altísimo! (A Diana) ¿No será esta la comedia de vuestra merced? ¡Dios nos coja confesados!

DIANA:

No se altere tanto, Doña Cosme ¡Qué pensará nuestro público! Sírvase sentarse aquí y deleitarse con el espectáculo. (Le lleva a sentarse con las mujeres)

DOÑA COSME:

Yo, en la cazuela. ¡Es el fin!

DIANA:

Señoras, cuando queráis. (Oscuro. Se oye la música. Doña Clara y Doña Belisa se van. Toronja coge la pandereta y se adelanta)

TORONJA:

Pueblo de Villaluz, este es el momento en que ¡por fin! La diosa de la justicia se hace presente en vuestra plaza y se reparan todos los desmanes que durante siglos hemos padecido nosotras, las hijas de Eva, las descendientes de Pandora, que por haber abierto su caja…

DOROTEA:

¿Qué caja?

EDUARDA:

La que sube y que baja. Tú a callar. (Van lanzándose la pandereta una a otra cada vez que les toca hablar)

JACINTA:

Ya saben vuestras mercedes que las comedias a menudo hablan de las damas, pero las damas no pueden hablar por ellas…

TERESA:

Padres, hermanos y galanes lo hacen por nosotras: nos guardan, nos defienden, nos casan sin preguntar…

MARGARITA:

Sin pensar en nuestros sentimientos, en quién ocupa nuestro corazón…

DOROTEA:

Y así, somos damas bobas, damas duendes, tenemos que ser discretas, mostrar ingenio…

ALDONZA:

Guardar la talla de corsés que nos aprietan, hablar quedo, andar con gracia, comer poco…

TORONJA:

Y vivir escondidas, tras celosías, tras rejas, tras puertas que hay que guardar… sin poder mirar abiertas al que nos plazca mirar.

MARCELINA:

¡Pues ay de ti si lo miras! Porque entonces te tendrán por ligera, casquivana, lisonjera y tu honra estará en juego, y tendrán que defenderla otra vez padres, hermanos…

EDUARDA:

Que ninguna falta harían si nos dejaran empuñar una espada y luchar con nuestras manos.

MUJER DEL PUEBLO:

¡Bien dicho!

MUJER DEL PUEBLO:

¿Y el galán?

MUJER DEL PUEBLO:

Calla y escucha. (Diana se adelanta y coge la pandereta)

DIANA:

Mujer he de ser famosa si consigo aqueste intento.

TODAS:

Estatua han de levantarla si sale bien de este empeño.

DIANA:

Ello parece difícil, mas no he de ceder por eso, no faltaran compañeras que aseguren mis deseos, pues habrá muchas que quieran salir de tal cautiverio. Porque antes me persuadía y tenía por muy cierto

TODAS:

Que nosotras sin los hombres no haríamos nada bueno.

DIANA:

Y de este error me ha sacado la comedia que hoy haremos. Este motivo me anima. Y el desengaño que tengo

TODAS:

de que todos son ingratos desconocidos, soberbios, presumidos, orgullosos, muy vanos y desatentos, falsos como el mismo Judas y sobre todo ¡embusteros!

DIANA:

De modo querido pueblo que para que aprendan ellos, y sus enormes defectos vean aquí reflejados como el que ve un espejo, así dispongo que suenen los versos de mi comedia, y juzguen vuestras mercedes si ha sido buen el empeño. (Salen todas haciendo una reverencia, menos Diana que se queda en un rincón al fondo contemplando la escena. Entra Don Luis con un papel en la mano y aspecto de despistado)

DON LUIS:

(Aparte) Aquí salgo, y no sé bien, a fe mía, con qué texto, pues que llegó a última hora Doña Diana y me cambió los versos que ya sabía por otros, que ahora no entiendo. (Sale Toronja)

TORONJA:

¿No os da vergüenza a vos? Caminando por la calle, solo y sin compañía, ¿Acaso no sabéis que hombres honrados, no han de andar solos ni mal acompañados?

DON LUIS:

(Leyendo) Un momento salí de casa de mi padre…

TORONJA:

Ni un momento ni nada. No es de hombres decentes, caminar por las calles indolentes. Menos mal que me encontrasteis, y como buena amiga de vuestro noble padre, a vuestra casa os llevaré sin tardanza. Que no es digno un caballero de tal andanza.

DON LUIS:

Por Dios, que no hay manera, de llegar hasta la dama que me espera y darle mi carta. (Salen Teresa y Aldonza)

ALDONZA:

¿De qué carta habláis? ¿Qué es ese lío? ¿Desde cuándo un hombre honrado, anda escribiendo cartas sin sentido? ¿No te han dicho mil veces nuestros padres, que hombre discreto, no anda por ahí en cartas ni en sonetos?

DON LUIS:

(Leyendo) Lo siento hermana, Pero yo sólo quería, hacer llegar a ella una misiva.

TERESA:

¿A ella? ¿Y puede saberse, desde cuando “ella” está en tu mente?

DON LUIS:

(Leyendo) Fue el domingo en la plaza, después de la misa de nueve, cuando la vi y desde ese momento, sufre mi alma el más grande tormento. (Sale Marcelina, muy tapada y con un rosario, y detrás van saliendo todas).

MARCELINA:

Pues después de este atrevimiento, no se me ocurre otra cosa que al convento.

TERESA:

Al convento, o si te parece, hermana, podemos intentar el casamiento.

MARGARITA:

Un compromiso serio. Sea con dama, que demuestre ya una edad no muy temprana.

TORONJA:

Pues si me permitís está mi tía, mi querida y gentil Doña Mencía. Que a sus cincuenta y siete primaveras, tiene la seriedad que se le espera.

ALDONZA:

Y buena salud, como aseguran, las diez arrobas que pesa su figura.

JACINTA:

Y además en su cara las viruelas, apenas han dejado sus secuelas.

MARCELINA:

Y en su labio superior ese bigote, le da un encanto como de…

DON LUIS:

(Leyendo) Es que yo, aunque no dudo de su agrado, de esa dama no me siento enamorado.

JACINTA:

El amor vendrá después, pierde cuidado.

TERESA:

Y recuerda que un hombre que es buen hijo, de sus padres respeta el compromiso.

DON LUIS:

(Enfadándose y tirando los papeles) ¿Qué juego es este, señoras? ¿Qué son estos versos tan extraños? ¿Cuándo se vio que a un hombre se le hablara, como si de una dama se tratara? (Sale Doña Diana)

DIANA:

(Adelantándose) Esto, Don Luis es mi comedia. Y no olvidéis, que sois galán de ella. (Música. Salen todas haciendo un corte de mangas a Don Luis que se queda desconcertado. Las mujeres desde la cazuela aplauden)

DOROTEA:

(Entra perdida y sin enterarse de nada) No os aflijáis, Don Luis. Yo tampoco lo comprendo. De repente, Diana saco otros versos y sin tiempo, esta comedia puso en movimiento. Y vos en estos versos, más parecéis mujer que un hombre apuesto. Y eso desde luego es desperdicio, que con lo guapo que sois…

DON LUIS:

(Dirigiéndose al público y a las mujeres de la cazuela) Señores, señoras, pido perdón al público por esto. Pero no se preocupen más vuestras mercedes que la comedia seguirá como debe. Doña Cosme ¿me explicáis aquesto? (Se va a hablar con Doña Cosme. Dorotea se sienta junto a él)

MUJER DEL PUEBLO:

(Mirando a Doña Cosme) ¿Y este qué va a saber?

MUJER DEL PUEBLO:

Pues a mí me gustaba.

MUJER DEL PUEBLO:

Sí, pero era rara.

LA TOMASA:

¿Y la rubia? ¿No sale?

LA ANTONIA:

Mira, ahí llegan las criadas. (Salen Amelia y Celia)

AMELIA Y CELIA:

(A Don Luis) Dios os guarde.

DON LUIS:

¿Vosotras aquí? ¿No sois las criadas de Doña Clara?

AMELIA:

Así es señor. Nos mandó mi señor Don Diego.

DON LUIS:

¿Con qué propósito?

CELIA:

Parece ser que mi ama ha huido en pos de un cómico.

DON LUIS:

¿De un cómico? No es cierto eso. No es por un cómico por lo que huyó tu señora. Además no hay ninguno en esta compañía.

AMELIA:

Pues tenedlo por cierto. Cómico hay.

DON LUIS:

¿Y quién es?

CELIA:

Un hombre guapo y galante que le sorbió todo el seso. Es rico por demás, y noble, solo es cómico por juego. (Entra Doña Belisa)

DON LUIS:

Doña Belisa ¿vos aquí también?

DOÑA BELISA:

Sí, señor mío. Aquí vine por amor, lo confieso. El amor me ha trastornado.

DON LUIS:

Lo sé señora, lo sé. Pero no puedo corresponderos.

DOÑA BELISA:

¿Vos? ¿y quién lo pretende? Yo no hablo de vos.

CELIA:

Ya os lo dije. Es el otro. Que la ha sorbido… el seso.

DOÑA BELISA:

Olvidar pensé a Don Gil con vos, sabéis… el jardín, pero no lo he conseguido y en pos de él he venido. Y me ha jurado amor. Como es noble, no pondrá mi padre un impedimento. Ya sólo queda fijar, la fecha del casamiento. (Sale muy contenta)

DON LUIS:

¿Pues quién es ese Don Gil? Voto a Dios que si lo encuentro…

AMELIA:

No se apure su merced que aquí llega. (Salen las dos. Entra Eduarda disfrazada de hombre con Doña Clara del brazo)

EDUARDA:

(Imitando la voz de un hombre) Dulce como el ruiseñor es vuestra voz Doña Clara.

DOÑA CLARA:

¡Ay, Don Gil, yo os adoro! No veo el momento de que le presentéis mis respetos a mi padre y pidáis por fin mi mano. Ha de consentir seguro, pues vos sois hombre del Rey.

EDUARDA:

Consentirá, hermosa mía. Y vos seréis mi mujer.

DON LUIS:

Voto a Dios, que con mi espada he de terminar con esto. ¿Quién creéis que sois, que podéis jugar así con la palabra dada?

EDUARDA:

¿Jugar habéis dicho?

DON LUIS:

Sí. Puesto que a Doña Belisa también le habéis prometido lo mismo. ¿Qué clase de hombre sin honor se atreve a prometer amor a dos damas a la vez?

EDUARDA:

(Desembozándose) Vos.

DON LUIS:

¿Qué es esto? (Entra Diana con Belisa)

DIANA:

Vuestro juego al descubierto. Las damas os han pagado con la misma medicina…

DON LUIS:

Doña Clara, yo os ruego…

DOÑA CLARA:

No insistáis señor. Basta de mentiras. Mi prima me ha aclarado lo ocurrido. ¡Decir que me queríais por dinero! No quiero volver a veros. (Sale apresurada)

DOÑA BELISA:

(Entra despacio y parece que va a hacer una carantoña a Don Luis, pero se aparta bruscamente) Ni yo. (Sale)

EDUARDA:

No os aflijáis Don Luis. Acompañadme y veréis como os consuelan dentro. (Salen)

MUJER DEL PUEBLO:

¡Buen escarmiento!

MUJER DEL PUEBLO:

Es el cazador cazado.

MUJER DEL PUEBLO:

Pues era guapo el mancebo.

LA TOMASA:

(Dirigiéndose a Diana) Disculpe vuestra merced, pero sería posible, que la lección que le han dado ¿se la dieran a los nuestros?

DIANA:

Explicaos.

LA ANTONIA:

Que ahí están nuestros maridos, que tienen muchos defectos, y que también sería bueno, que los vieran en su espejo.

LA MARIA:

Y los solteros del pueblo, que no hay ni uno bueno.

DIANA:

Búsquenlos, señoras mías, que habrá versos para ellos. (La Tomasa, La Antonia, y La maría bajan a patio de butacas y señalan a tres hombres de entre el público)

LA TOMASA:

Aquí lo tenéis ¿Lo veis? ¿Se puede ser más torpe y necio? Que no tiene una palabra de agrado ni de consuelo, ni me pregunta qué tal, ni se fija en mis desvelos. Y cuando llega a casa, después de labrar el huerto, solo me dice “¡la cena!” y no sabe si vivo o muero.

LA ANTONIA:

¿Y qué me decís de este? Que aunque todo el pueblo sabe que es idiota rematado y que yo llevo las cuentas, muelo la harina, hago el pan, lo amaso y hasta lo vendo, él es el dueño y señor de todo lo que tenemos.

LA MARIA:

Peor es lo mío señora. Que soy soltera y este bobo lleva tres años rondándome, sin atreverse a pedir a mi padre casamiento.

DOÑA COSME:

(Levantándose y yendo hacia Diana) Señoras, hasta aquí el juego. No digáis más necedades. ¿O es que vos querríais estar sin el necio de la cena, vos sin panadero inútil y vos soltera sin dueño? Pues entonces, ¡mis señoras! Doña Diana deje esto, que las guerras no son buenas y todos tenemos defectos. Y si no mirad aquesto, lo que está pasando ahí dentro. (Música. Sale Don Luis, acompañado de todas las damas de la compañía que no paran de hacerle carantoñas)

DOÑA COSME:

¿Lo veis, mi buena señora? Andad, dejad ya los versos y mirad a ver si Don Luis os pone a vos ojos tiernos.

DIANA:

Os equivocáis, Doña Cosme. Pues claro que a mí también me agradan los coqueteos y me gustan los galanes, que me quieran con sus besos. Pero no me iré de aquí, sin que reconozca en este instante un poco de mi talento. Detrás de mí vendrán otras que, con palabras y hechos demostrarán que mujeres, tengan o no tengan dueño, sean listas, bravas, tontas hermosas con o sin seso tienen algo que decir en este mundo de versos. Y que nunca el pueblo olvide que no solo en las comedias sino en la vida, en la partida, al tablero…

TODAS:

Entre damas anda el juego. (Oscuro)

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